Sin pena ni gloria desde 1986,
las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas cada cinco años, han pasado
sin pena ni gloria por la política española como comicios de tercer orden y que
como mucho servían para refrendar o reprobar la gestión del partido en el
Gobierno en ese momento: las de 1986, 1989 y 1994 para Felipe González, las de
1999 para Aznar, las de 2004 y las de 2009 para Zapatero y estas últimas para
Mariano Rajoy.
A pesar de que eran más
importantes que nunca, todo parecía apuntar a que se iba a repetir la historia
de siempre: baja participación, discursos nacionales para una elección europea
y algún que otro partido estrafalario que pensaba aprovecharse de la abstención
y de la circunscripción única.
Pero cuando el domingo, con un
cansancio que ni me tenía en pie por haber estado como apoderado en un colegio
electoral de 8:00 a 22:30 sin parar, me encontraba en Ferraz 70 (sede federal
del Partido Socialista) con mis compañeros, y los resultados salieron de golpe
en las pantallas a las 23:00, supe que no iba a ser lo de siempre…
Los dos principales partidos
habían reducido su representación en Estrasburgo en 9 diputados (8 en el caso
del PSOE), un partido con cinco meses de vida bajo el liderazgo de un mediático
y carismático politólogo había conseguido de golpe 5 escaños e Izquierda Unida,
a pesar del aumento de apoyo y de su dilatado trabajo, se había quedado en 6 (3
veces más, sin embargo, que en 2009).
Han podido
Cuando vi la presentación de
Podemos en enero reconocí muchas caras familiares a lo largo de la carrera: mi
profesor de Geografía Política de 3º, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero,
conocido sobre todo por ser asesor del Presidente Hugo Chávez (no lo digo como
algo despectivo, es que era conocido sobre todo por eso), Íñigo Errejón,
investigador, Carolina Bescansa, experta en comunicación política,…
Su discurso era muy familiar, era
el que se había escuchado en la Puerta del Sol durante el llamado “Movimiento
15-M”, pero que ningún partido (ni siquiera IU) había conseguido recoger. Su líder
y cabeza de lista, un profesor de Ciencia Política que en 2008 había llegado a decir que Zapatero era "un líder progresista de referencia mundial, le era familiar a una generación de jóvenes que le conocían
no como yo de los pasillos de Somosaguas, sino de las redes sociales y de
programas on-streaming como La
Tuerka. Para generaciones más entradas en años y para aficionados a las
tertulias, era aquel tipo que casi cada día se sentaba junto a Jesús Cintora en
“Las mañanas de Cuatro” y los sábados en “laSexta Noche” plantando cara con
tono pausado y actitud relajada a histéricos como Alfonso Rojo o desquiciantes como Francisco Marhuenda.
En enero Pablo Iglesias tenía
media campaña electoral hecha porque, a pesar de ser un programa electoral colectivo, el discurso de Podemos había salido ya de la boca de Pablo Iglesias
en platós de televisión y en frases de 140 caracteres.
Cuando uno lo lee, puede estar
más o menos de acuerdo. Yo, personalmente, no lo votaría porque muchas de sus
propuestas son sencillamente imposibles de hacer, no por falta de actitud, sino
de competencias, no hay que olvidar que, a fin de cuentas, el Parlamento
Europeo es un co-legislador, sigue siendo una de las dos voces a la hora de
hacer normas en Europa, y la otra voz tiene cara de Estado, 28 caras para ser
exactos, a través del Consejo de la Unión Europea. Lo que desde luego no cabe
es su demonización, actividad favorita del TDT Party en los últimos días, y
distorsión como decir que se propone salir del euro, que TODAS las empresas de
telecomunicaciones, energía banca o alimentación deben ser nacionalizadas o que
se van a comer niños crudos.
Más que eso, lo que los partidos
de izquierda o el centro-izquierda (y aquí meto también a Izquierda Unida,
además de al PSOE) deberían plantearse es el porqué ese 1.245.948 votos no han
llevado un puño y una rosa o las dos letras minúsculas verde y gris. Muchas personas
de Izquierda Unida como Alberto Garzón hablan ahora de alianzas de cara a las
municipales y autonómicas de mayo de 2015 y generales de noviembre. Es lógico,
el voto de Podemos no era un voto del PP…
Otros, borrachos de éxito (no es
para menos, todo hay que decirlo), dicen que si se han conseguido 5
eurodiputados ahora, en 2015 se puede llegar a ser partido llave de un
Gobierno. Como politólogo en las redes sociales no me canso de decir (unos me llaman
aguafiestas, otros socialista envidioso) que los resultados de unas elecciones
europeas no se deben extrapolar a unas municipales o generales: en primer lugar
porque la participación no es la misma (en municipales y generales suele estar
en el 60-70%; en segundo porque la circunscripción tampoco, es el municipio en
las municipales y la provincia en autonómicas y generales, lo que implica que
se premia a los partidos que consigan mayor voto por el sistema D’Hondt; y en
tercero porque el voto en europeas es un voto mucho más “experimental”, es
decir, que hay personas que votan a partidos que en otras ocasiones no harían
porque saben que es más fácil que obtengan representación.
Cosa distinta sería si IU y
Podemos concurrieran en alianza a las próximas convocatorias electorales, como
acudió por ejemplo el PSOE con el entonces PCE a las municipales de 1979
consiguiendo numerosos ayuntamientos. Sería entonces cuando el PSOE debería
preocuparse, no porque Pablo Iglesias pudiera expropiarles las casas, sino
porque dejaría de ser el partido referencia de la izquierda. Pero el PSOE… ay
el PSOE…
La cerilla que prendió el
monte
Si alguien nos hubiera dicho el
sábado que dos días después la férrea ejecutiva de Ferraz, liderada desde el
38º Congreso por Alfredo Pérez-Rubalcaba, iba a convocar un nuevo congreso de
renovación creo que nadie se lo hubiese creído. Pero, como he dicho al
principio, las caras el domingo quedaban divididas entre el entusiasmo
enfermizo de quienes incluso con ese resultado creían que su deber era apoyar a
la Ejecutiva y aplaudieron enfervorecidamente cuando Elena Valenciano bajó a
decir únicamente “Gracias y a seguir trabajando” (únicas palabras para quienes
nos habíamos dejado la piel en la campaña y en la jornada electoral), y entre
quienes pensábamos que esto era la cerilla que terminaba por prender el monte.
Todo ha sido en cascada:
convocatoria de congreso, indignación por ser antes que las primarias, convocatoria
de congresos en algunas CC.AA., #PrimeroPrimarias, #1militante1voto…
La eclosión de demandas y
reivindicaciones no vienen a demostrar otra cosa que no sea que desde febrero
de 2012, cuando Rubalcaba venció a Carme Chacón y eligió en su nuevo equipo a
personas, en la mayor parte de los casos, de su más estricta confianza (con
excepciones de profesionales en sus temas como Juan Moscoso en Unión Europea)
sin importar su capacidad de gestión: se colocó para la gestión interna
(Organización) al antiguo Secretario General de Castilla y León sin sangre en
las venas y un pasado sin pena ni gloria en su región, de portavoz en el
Congreso a una persona sin experiencia ni capacidad para hacer frente a una
figura como Soraya Sáenz de Santamaría,…. Personas que no dudaron en acallar
las voces que decían una y otra vez que se estaba volviendo hacia atrás, que la
ciudadanía nos exigía oposición de izquierdas al Gobierno y no “postureos” de ese
término que tanto gusta, “personas de Estado”, que no estábamos reaccionando bien
ante mensajes como las elecciones gallegas, ante los ERE, ante el caso de acoso en Ponferrada,…
Todo ello ha sido esconder la
basura bajo la alfombra e intentar caminar sobre ella sin caerse… pero todo
tiene un límite. Y el tiempo se ha agotado para la militancia y, lo que es más
importante, para la ciudadanía. Ambos reclaman más participación, y si primero
tiene que ser el congreso (opción bastante discutible, lo mejor sería, de
momento, una gestora como pasó entre marzo y julio de 2000 con el paso de
Almunia a Zapatero), que sea, al menos, por elección directa de los 200.000
militantes, el llamado ahora “Método Madina” pero que ya propuso Carme Chacón en
2012 sin éxito. Un método que evitaría que los delegados se "corrompiesen" y no cambiaran su voto en función de ofertas de los candidatos, dando voz a los militantes directamente, cosa que a algunos como Ramón Jáuregui, Manuel Chaves o José Bono, adalides de la modernidad, parece no gustarles un pelo.
Pero lo prioritario es llegar en
condiciones de estabilidad y competitividad entre los candidatos a las
primarias, unas primarias abiertas a la ciudadanía y que se presentan como el
único salvavidas que le queda a este partido con 135 años de Historia que, por
culpa de algunos que nos han calificado a los críticos como “traidores” o cosas
peores y que se han dedicado a adular con tal de no perder su sillón o nómina,
está a punto de naufragar.
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