Estación de Las Navas del Marqués, Verano de 1994
Mis amigos y familiares siempre
han bromeado con mi gran afición a los trenes, con cariño, lo sé… “Pero ¿tú con
Renfe vas a comisión o qué?” “¿Los horarios? Eso Jorge te lo dice en un
momento…”. Pero sólo los más allegados saben de dónde viene…
He tenido la gran suerte de nacer
en Madrid pero de que mi familia tenga una casa en el campo muy próxima a la
vía del tren, en la provincia de Ávila, donde he pasado largos fines de semana,
veranos, Semanas Santas,... Algunos pensarán que es algo espantoso, molesto…
Puede que tengan razón, cuando uno está con la puerta abierta en verano por el
calor viendo la tele y pasa un largo tren de mercancías cargado de coches de la
fábrica de Renault en Valladolid, o cuando los tren hotel surcan la noche y
retumban las ventanas… pero ni te inmutas… la costumbre, supongo. Pero a mí
el tren me retrotrae a algunos de los momentos más felices de mi infancia al
lado de una persona que nos dejó hace ahora 4 años…
Cada vez que un tren pasaba con
origen o destino Madrid por aquella vía, mi abuelo Faustino, mi Abu, con lo
poco que la vista ya le permitía, me contaba la historia de cada uno de ellos.
No había sido empleado de Renfe, no era el tradicional abuelo ferroviario que
muchos han tenido, él había sido pescadero, un luchador nato que sacó adelante
a su familia en aquel gris Madrid de la posguerra tras haber salido del campo
leonés y luchado en defensa de la libertad y la democracia en la Guerra Civil
con tan sólo 18 años. Es por eso que muchas veces me cabreo, aunque sepa que es
una broma, cuando en la serie La que se avecina el personaje de Antonio Recio
se avergüenza de quienes “limpian pescado”.
“Ese es el tren de León, que va
hasta mi pueblo; aquel el de Valladolid, ahora lo ves vacío pero verás cómo en
un rato vuelve cargado de coches; ese el coche-cama de Galicia,…” Muchas veces
aquellas historias no eran del todo verdad, al pequeño pueblo maragato de
Andiñuela jamás llegó el tren, aunque sí a la vecina Astorga, y los trenes
tardaban algo más que "un rato" en cargar los Renault en Valladolid,… Él lo
sabía, pero daba igual, sólo quería hacer que la imaginación de su nieto más
pequeño volara por encima de aquellos raíles… y yo le devolvía aquel favor
prometiéndole que cuando fuera mayor sería maquinista y le llevaría en mi tren…
Apenas tuve oportunidad de viajar
con él en tren. Si bien él y mi abuela iban siempre allí en tren (hasta que la
edad se lo permitió) desde “la Estación del Norte”, como él decía (y que todos
conocemos ya por Príncipe Pío), yo solía ir con mis padres en coche, aunque sí
que hubo alguna vez, y lo recuerdo como alguno de los momentos más felices de
mi vida.
Conozco a muy poca gente tan
aficionada a los trenes como yo, pero sé que muchos de ellos, como mi amigo
Salva, tienen recuerdos similares asociados a sus abuelos y abuelas en un
tren que, fuera donde fuera, iba camino
de la felicidad.