viernes, 7 de junio de 2013

Próxima estación: el recuerdo

Estación de Las Navas del Marqués, Verano de 1994

Mis amigos y familiares siempre han bromeado con mi gran afición a los trenes, con cariño, lo sé… “Pero ¿tú con Renfe vas a comisión o qué?” “¿Los horarios? Eso Jorge te lo dice en un momento…”. Pero sólo los más allegados saben de dónde viene…

He tenido la gran suerte de nacer en Madrid pero de que mi familia tenga una casa en el campo muy próxima a la vía del tren, en la provincia de Ávila, donde he pasado largos fines de semana, veranos, Semanas Santas,... Algunos pensarán que es algo espantoso, molesto… Puede que tengan razón, cuando uno está con la puerta abierta en verano por el calor viendo la tele y pasa un largo tren de mercancías cargado de coches de la fábrica de Renault en Valladolid, o cuando los tren hotel surcan la noche y retumban las ventanas… pero ni te inmutas… la costumbre, supongo. Pero a mí el tren me retrotrae a algunos de los momentos más felices de mi infancia al lado de una persona que nos dejó hace ahora 4 años…

Cada vez que un tren pasaba con origen o destino Madrid por aquella vía, mi abuelo Faustino, mi Abu, con lo poco que la vista ya le permitía, me contaba la historia de cada uno de ellos. No había sido empleado de Renfe, no era el tradicional abuelo ferroviario que muchos han tenido, él había sido pescadero, un luchador nato que sacó adelante a su familia en aquel gris Madrid de la posguerra tras haber salido del campo leonés y luchado en defensa de la libertad y la democracia en la Guerra Civil con tan sólo 18 años. Es por eso que muchas veces me cabreo, aunque sepa que es una broma, cuando en la serie La que se avecina el personaje de Antonio Recio se avergüenza de quienes “limpian pescado”.

“Ese es el tren de León, que va hasta mi pueblo; aquel el de Valladolid, ahora lo ves vacío pero verás cómo en un rato vuelve cargado de coches; ese el coche-cama de Galicia,…” Muchas veces aquellas historias no eran del todo verdad, al pequeño pueblo maragato de Andiñuela jamás llegó el tren, aunque sí a la vecina Astorga, y los trenes tardaban algo más que "un rato" en cargar los Renault en Valladolid,… Él lo sabía, pero daba igual, sólo quería hacer que la imaginación de su nieto más pequeño volara por encima de aquellos raíles… y yo le devolvía aquel favor prometiéndole que cuando fuera mayor sería maquinista y le llevaría en mi tren…

Apenas tuve oportunidad de viajar con él en tren. Si bien él y mi abuela iban siempre allí en tren (hasta que la edad se lo permitió) desde “la Estación del Norte”, como él decía (y que todos conocemos ya por Príncipe Pío), yo solía ir con mis padres en coche, aunque sí que hubo alguna vez, y lo recuerdo como alguno de los momentos más felices de mi vida.


Conozco a muy poca gente tan aficionada a los trenes como yo, pero sé que muchos de ellos, como mi amigo Salva, tienen recuerdos similares asociados a sus abuelos y abuelas en un tren  que, fuera donde fuera, iba camino de la felicidad.