El Peñón desde la playa de La Línea de la Concepción, Julio de 2009
La primera vez que vi el Peñón
corría el verano de 2009. Acababa de terminar mi primer año de carrera, quizá
el más feliz de los cinco, y mi amigo Salva y yo nos dispusimos a pasar unos
días en la feria de La Línea
de la Concepción ,
la patria chica de nuestro amigo Pablo.
El embarque en el Altaria de
Algeciras aquella mañana del 15 de Julio en la Estación de Madrid-Puerta
de Atocha era sólo el principio de aquella aventura. Decenas de marroquíes se
disponían a cruzar el Estrecho llevándose consigo la casa entera, pero nuestra
afición a los trenes hizo que esas cinco horas y media se hicieran más
llevaderas.
Y fue aquella misma tarde cuando,
para darnos un chapuzón en la playa linense lo vi. Nunca imaginé que me
impresionaría tanto aquella gran roca que despuntaba de las aguas del
Mediterráneo. A tan sólo unos metros estaba el Reino Unido, aquel país aún
ajeno para mí (visitaría Londres por primera vez tan solo un par de meses
después). El pasar del “zezeo” gaditano y el olor a “pescaíto” al fish&chips y la
Union Jack en cada esquina es un contraste,
como poco, raro.
Nunca he sido prejuicioso hacia
la imagen tópica de otros países, y menos aún si la empaña un nacionalismo
exacerbado. Respecto a Gibraltar estaba a la espera de conocerlo, para mí el
“Gibraltar español” no significaba nada, como mucho esperaba ver chocolate
Cadbury y tabaco libre de impuestos.
Pero Gibraltar era mucho más. Tras
cruzar la aduana y la pista del aeropuerto, era una pequeña ciudad de paredes
blancas que se intercalaban con altos edificios de apartamentos, en la que de
vez en cuando desfilaban bandas musicales al más puro estilo británico, y en
las que oías frases como “Illo, ¿cómo te ha ido er weekend?”, lo que se conoce
como dialecto “llanito”.
Las personas que viven en el
Peñón apenas superan los 30.000, sin embargo el número de empresas inscritas lo
doblan. Sí, es un paraíso fiscal.
Nosotros cruzamos, si no recuerdo
mal, un jueves, es decir, un día laborable. Y cruzamos como meros turistas
guiados por Pablo, lo que no sospechábamos ni Salva ni yo era que muchas de las
personas que cruzaban con nosotros no lo eran. Son miles los linenses,
sanroqueños y algecireños (aunque sobre todo los primeros) que cada día cruzan
la frontera en coche, en moto, en bici o simplemente andando. Trabajan en los
más diversos trabajos, con sueldos que, en sus municipios, muy difícilmente
conseguirían, sobre todo si estamos hablando de municipios en los que
actualmente la tasa de paro roza el 40%.
Pero como viejos imperios venidos
a menos que son, Reino Unido y el Reino de España siempre encuentran en el
asunto de Gibraltar una vía de escape a sus problemas internos. Cuando el
gobierno de la Roca
de Fabián Picardo decidió lanzar bloques de hormigón a las aguas soberanas
gibraltareñas y españolas para evitar que los barcos españoles faenaran, no estaba
demostrando otra cosa que un cinismo que parecía haber disminuido en época de
su predecesor, el socialdemócrata Peter Caruana. El pescado que obtienen esos
barcos son los mismos que cientos de gibraltareños comen cuando cruzan la
frontera para comer en los restaurantes españoles, incluido el propio Picardo.
A semejante provocación, un
Gobierno conservador cuya política exterior está caracterizándose por poco
menos que volver al imperio donde nunca se pone el Sol como es el de España, en
una maniobra de cortina de humo sin precedentes, no ha visto otra salida que el
severo control de la Verja
provocando colas de hasta tres horas para entrar. Pero esto no es todo, desde el Palacio de Santa Cruz (sede del Mº
de Asuntos Exteriores y Cooperación) estudian imponer una tasa de 50 € por
entrar/salir del Peñón, lo que entraría dentro de la legalidad porque Gibraltar
no forma parte del Espacio Schengen aunque Reino Unido sí, por tanto el derecho
de libre circulación no es aplicable. El colmo del patriotismo rancio y de la
demagogia ha sido cuando el titular de Exteriores, José Manuel García Margallo,
ha anunciado que el dinero recaudado por esa posible tasa (que no afectaría a
trabajadores españoles) iría destinado a los pescadores afectados por los
bloques lanzados al mar.
Sin embargo, Londres y la Administración
Cameron , que no se quedan atrás en patriotismo de té a las
5:00 a.m. y God save the Queen, han decidido sacar aún más músculo en un “a ver
quién la tiene más grande” enviando numerosos efectivos de su afamada armada a
realizar “maniobras rutinarias” en las cercanías del Estrecho.
Por último, y como guinda de este
carrot cake o milhoja diplomatica (según desde el país que se mire), tenemos a
los diarios conservadores y amarillistas de ambos países avivando más aún la
llama del conflicto. Dicen que Randolph Herst consiguió con sus diarios
provocar la Guerra
de Cuba en 1898, en el S.XXI tenemos a diarios como The Sun, The Daily
Telegraph o en España ABC, La
Razón y La
Gaceta , haciendo el mismo papel.
Madrid, Londres, el Foreign
Office, el Palacio de Santa Cruz,
Rajoy, Cameron,… y al final, ¿quién se acuerda de esos trabajadores que cruzan
cada mañana esa pista del aeropuerto gibraltareño? ¿Quién se acuerda de esas
familias que intentan salir adelante en una Andalucía con una dramática tasa de
paro del 30%? Pues se acuerdan los “traidores a España”. Sí, puede que esté
barriendo para casa en este artículo, pero la única persona que está
demostrando un poco de cordura en todo esto es la alcaldesa socialista de La Línea , Gemma Araujo, que en
todo momento ha estado preocupada por sus ciudadanos y no por las peleas de
gatos diplomáticas.
En el lado opuesto se encuentra
el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, del PP con mayoría absoluta,
que se ha manifestado “rotundamente partidario del Gobierno de España”. No fue
así cuando en dicho Gobierno estaban José Luis Rodríguez Zapatero y un gran
ministro de Exteriores dialogante y conciliador como era Miguel Ángel Moratinos,
que fundó el Foro Tripartito Madrid-Gibraltar-Londres.
Araujo gobierna en coalición con
Izquierda Unida y el Partido Andalucista, y puede que una situación así la
arrastre y acabe con su Gobierno Municipal.
Siempre en los países que han
sido viejos imperios los que han mirado por los más débiles hemos sido
“traidores a la patria”. En España pasó en 1936 y parece ser que ahora también.
Al menos, esta vez, no habrá fusilamientos… Es un avance, ¿no?