martes, 29 de julio de 2014

Hagámoslo.

Mis compañeros y amigos socialistas y politólogos: NiraFierro, Roberto Fernández y Salvador Sierra

Hace apenas dos meses, cuando en aquel polideportivo del Madrid Arena asistíamos cientos de militantes al mitin de cierre de campaña de las Elecciones al Parlamento Europeo, donde participaban Elena Valenciano, Alfredo Pérez Rubalcaba y Tomás Gómez, poco a nada podíamos imaginar el terremoto que se avecinaba.

Que era muy difícil ganar, estaba claro, pero que en dos meses aquel PSOE endogámico, cerrado, y que desde 2012 había dado un paso atrás al frente de Rubalcaba, iba a desaparecer, era inimaginable… por desgracia.

Muchos han achacado a Podemos el que el PSOE haya removido sus cimientos adoptando medidas revolucionarias como la elección del Secretario General mediante voto directo de los militantes, pero ha sido precisamente la hartura de estos lo que nos ha hecho cambiar.

En los últimos años, militar en el PSOE no ha sido tarea fácil, habíamos comenzado a ver como algo normal el que la dirección adoptara medidas que eran claramente contrarias al sentir de la militancia, no digamos del total de la ciudadanía. Y visto con perspectiva, era triste que estuviésemos resignados a ello hasta el próximo congreso ordinario en 2016.

No he ocultado (porque no veo motivo para ello) en ningún momento que mi voto el domingo 13 de julio fue para Eduardo Madina. Pero tampoco me he negado a felicitar desde el primer momento al claro vencedor, Pedro Sánchez, y desde esa noche le he apoyado en pos de la unidad de todo el Partido y realmente pensando que su proyecto es el que necesita el PSOE.

Y ayer, cuando a la 13:00 todos los compañeros que estábamos en el plenario del Hotel Auditorium, donde se celebraba el “Congreso Extraordinario: Cambiando el PSOE, cambiando España”, pude ver como, según avanzaban los minutos, los atronadores aplausos duraban cada vez más, las sonrisas se dibujaban en cada una de las caras de los allí presentes y la euforia era incontenible: desaparición de los aforamientos, lucha contra la corrupción interna del Partido, anulación de los acuerdos con la Santa Sede, mayor participación de la militancia, cuentas públicas,… temas que no es que alguna vez se hubieran propuesto y a la hora de la verdad se hubiesen dejado de lado, no, eran temas que, por desgracia, se planteaban en serio por primera vez.

A falta de dos candidatos como en 2012 (Rubalcaba y Carme Chacón), en esta ocasión han sido tres (Pedro Sánchez, Eduardo Madina y J.A. Pérez Tapias). Con todo ello, la ilusión y la unidad generadas este fin de semana en las filas socialistas no se vivían, dicen los que lo vivieron, desde 2000, cuando el joven Rodríguez Zapatero, aquel desconocido diputado leonés llegaba a la Secretaría General.

Es un nuevo tiempo con retos nada fáciles, Pedro Sánchez tiene la tarea de consolidar la ilusión de los militantes y, acto seguido, la de los ciudadanos, que ante una izquierda cada vez más plural desde la aparición de Podemos, quieren volver a reconocer a aquel PSOE que un día les demostró que se podían y se pueden hacer las cosas de otra forma.

En palabras de Sánchez, “la fórmula es sencilla: cumplir lo que prometemos”.


Hagámoslo.