Mis compañeros y amigos socialistas y politólogos: NiraFierro, Roberto Fernández y Salvador Sierra
Hace
apenas dos meses, cuando en aquel polideportivo del Madrid Arena asistíamos
cientos de militantes al mitin de cierre de campaña de las Elecciones al
Parlamento Europeo, donde participaban Elena Valenciano, Alfredo Pérez
Rubalcaba y Tomás Gómez, poco a nada podíamos imaginar el terremoto que se
avecinaba.
Que era
muy difícil ganar, estaba claro, pero que en dos meses aquel PSOE endogámico,
cerrado, y que desde 2012 había dado un paso atrás al frente de Rubalcaba, iba
a desaparecer, era inimaginable… por desgracia.
Muchos
han achacado a Podemos el que el PSOE haya removido sus cimientos adoptando
medidas revolucionarias como la elección del Secretario General mediante voto
directo de los militantes, pero ha sido precisamente la hartura de estos lo que
nos ha hecho cambiar.
En los
últimos años, militar en el PSOE no ha sido tarea fácil, habíamos comenzado a
ver como algo normal el que la dirección adoptara medidas que eran claramente
contrarias al sentir de la militancia, no digamos del total de la ciudadanía. Y
visto con perspectiva, era triste que estuviésemos resignados a ello hasta el
próximo congreso ordinario en 2016.
No he
ocultado (porque no veo motivo para ello) en ningún momento que mi voto el
domingo 13 de julio fue para Eduardo Madina. Pero tampoco me he negado a
felicitar desde el primer momento al claro vencedor, Pedro Sánchez, y desde esa
noche le he apoyado en pos de la unidad de todo el Partido y realmente pensando
que su proyecto es el que necesita el PSOE.
Y ayer,
cuando a la 13:00 todos los compañeros que estábamos en el plenario del Hotel
Auditorium, donde se celebraba el “Congreso Extraordinario: Cambiando el PSOE,
cambiando España”, pude ver como, según avanzaban los minutos, los atronadores
aplausos duraban cada vez más, las sonrisas se dibujaban en cada una de las
caras de los allí presentes y la euforia era incontenible: desaparición de los
aforamientos, lucha contra la corrupción interna del Partido, anulación de los
acuerdos con la Santa Sede, mayor participación de la militancia, cuentas públicas,…
temas que no es que alguna vez se hubieran propuesto y a la hora de la verdad
se hubiesen dejado de lado, no, eran temas que, por desgracia, se planteaban en
serio por primera vez.
A falta
de dos candidatos como en 2012 (Rubalcaba y Carme Chacón), en esta ocasión han
sido tres (Pedro Sánchez, Eduardo Madina y J.A. Pérez Tapias). Con todo ello,
la ilusión y la unidad generadas este fin de semana en las filas socialistas no
se vivían, dicen los que lo vivieron, desde 2000, cuando el joven Rodríguez
Zapatero, aquel desconocido diputado leonés llegaba a la Secretaría General.
Es un
nuevo tiempo con retos nada fáciles, Pedro Sánchez tiene la tarea de consolidar
la ilusión de los militantes y, acto seguido, la de los ciudadanos, que ante
una izquierda cada vez más plural desde la aparición de Podemos, quieren volver
a reconocer a aquel PSOE que un día les demostró que se podían y se pueden
hacer las cosas de otra forma.
En
palabras de Sánchez, “la fórmula es sencilla: cumplir lo que prometemos”.
Hagámoslo.