Con la llegada paulatina de la primavera, la prima de riesgo
bajando, la misión francesa avanzando en Mali y Bersani ganando en Italia,
parecía que la relativa calma europea nos permitía enfrascarnos de nuevo en
nuestros ya clásicos quehaceres: Bárcenas, la crisis del PSOE, Artur y sus
consejeros de la taula redona,… Pero
los problemas en Europa saltan cuando menos te lo esperas… ¿o sí? La alerta
saltaba en la pequeña República de Chipre.
¿Chipre? Pero, ¿dónde está Chipre? ¿Es de la Unión? Para
muchos de los que no viven por y para la política como nosotros los habitantes
de Somosaguas apenas sonaba ese nombre. Este pequeño país de 800.000 habitantes
(70% de etnia griega y 30% de etnia turca), independiente del Reino Unido desde
1960, entró felizmente en la UE en 2004 y en el Euro en 2008. A pesar de su
particular situación (el Norte de la isla lleva invadido por tropas turcas
desde 1974 y se autodenomina Rep. Turca del Norte de Chipre, aunque sólo Turquía lo reconoce), la vida en Chipre
es una vida apacible, con una convivencia entre las dos etnias amparada por la
Constitución y el bilingüismo, unas remesas de libras anuales por permitir a
Reino Unido mantener bases militares, un sector servicios amparado sobre todo en
el turismo, una inversión en I+D bastante aceptable, un crecimiento anual del
9% del PIB mientras el resto de Europa se sumía en una profunda crisis…
¿Qué pasó entonces? Todo ha sido una cadena de infortunios. El Presidente
marxista del AKEL Dimitrios Jristofias gozaba de una alta popularidad gracias a
la buena marcha del país, sobre todo comparado con su entorno. Pero llegó el
2011 y el primer golpe a la economía chipriota: un contenedor con munición incautada a un barco iraní con destino a Siria hacía explosión en la base naval deEnvangelos Florakis, al Sur de la ciudad de Limassol. El número de muertos se
eleva a 12 y los desperfectos causan una contracción del 2% de la economía.
Mientras, su vecino y natural aliado, Grecia, se sumía en la
más profunda depresión económica. Por lazos fraternales y económicos, los
pequeños bancos chipriotas (Kipriakí Trápedsa-Banco de Chipre, Laikí
Trápedsa-Banco Popular,…), aislados en buena medida de la hecatombe bancaria
europea, comenzaron a comprar masivamente deuda pública del Estado heleno, con
el fin de ayudar a sus vecinos y confiando en una tarde o temprana
recuperación. Pero la soga del FMI y de Bruselas (o más bien de Berlín) se
cerraba cada vez más sobre Grecia, y fue necesaria una quita del 50% de la
deuda griega, lo que hizo que los bancos chipriotas comenzaran a tener serias
dificultades. Las pérdidas de ambos bancos sumaban 4.200 millones, el 24% del
PIB de Chipre.
Pero sólo un año antes, en verano de 2012, nada más asumir
la Presidencia Rotatoria de la UE, el gobierno chipriota solicita un préstamo de 5.000 millones de euros para sanear su banca. Hay dos prestamistas: la Unión
Europea o la Federación Rusa, aliado de Chipre desde la Guerra Fría. Las críticas
de muchos de los estados miembros de la UE fueron inmediatas hacia Jristofias
por siquiera pensar en otro prestamista que no fuera Europa. El propio
Jristofias alegó que “no hay nada malo
en barajar otras opciones, Rusia no es la Unión Soviética”, y optó por intentar
combinar ambas ayudas. Al final ni una ni otra.
Y la olla a presión estalla en 2013. Las elecciones
presidenciales de Marzo se entienden en clave de facilidades para el rescate. Los
comunistas, en el poder, saben que tienen muy pocas posibilidades, por lo que
confían en los socialdemócratas. Los conservadores se alzan como los mejores
negociadores con Merkel para el rescate europeo. Ambos pasan a la segunda
vuelta, que finalmente da la victoria a los conservadores de Anastasiadis.
A pesar de Bruselas intenta optar por no cometer los errores
de Grecia, la propuesta pasa porque los contribuyentes chipriotas con depósitos
de +20.000 € paguen un 5% de sus ingresos y los de +100.000 un 10%, así hasta,
junto con la aportación estatal, sumar 5.800 millones de euros a ofrecer a
Europa a cambio de 10.000 millones para sanear la banca.
Anastasiadis accede, pero no hay que olvidar que en los
sistemas presidencialistas la mayoría parlamentaria puede estar en manos de un
partido diferente a la del Presidente, ya que éste es elegido directamente y no
a través del parlamento. Éste es el caso chipriota. Y ocurre lo que la Troika
no se esperaba: los parlamentarios escuchan
a sus representados en la calle y votan NO a la propuesta (excepto los
conservadores de Anastasiadis, en minoría). La reacción de Merkel no se ha
hecho esperar, y esta misma mañana ha retado a la propia democracia diciendo a
los parlamentarios chipriotas que “no pongan a prueba la paciencia de la Troika”.
Mientras, en la calle, los ciudadanos hacen cola en los
cajeros, que sólo les permiten sacar 240 €/día, ya que los bancos llevan
cerrados desde el domingo 17. La situación es tal, que Reino Unido manda un
avión cargado con 1 millón de euros en efectivo para sus soldados de las bases
navales en Chipre.
Ya hemos descrito la situación. Ahora toca que nos
preguntemos varias cosas:
¿En qué ha fallado
esta vez Bruselas?
Sin ánimo de defender a la UE, está claro que del error
griego se ha aprendido y mucho. A pesar de que la situación no es la misma (la
crisis griega era de deuda estatal y falseo de cuentas públicas, la de Chipre
es bancaria), los esfuerzos exigidos a Grecia no podían volver a pedírsele a un
país de 800.000 habitantes que representa el 0,2% de la economía europea. Sin embargo,
ésta vez la “pistola” no se ha puesto en la cabeza del Estado, sino
directamente sobre los propios ciudadanos exigiéndoles esfuerzos en metálico y
no a través de recortes sociales. ¿Es esto preferible a lo de Grecia? Desde
luego, lo que no deja de lado la imagen de Bruselas como cobrador del frac
llamando puesta por puerta para exigir el dinero.
¿Qué pinta Rusia en todo esto?
Bueno, Rusia fue la otra opción que barajó Jristofias, y es
aliado de Chipre desde los ’70. ¿Nada más? Es sabido por todos que desde la
caída de la URSS el Estado ruso se ha caracterizado por su porosidad, su
corrupción y su falsa democracia. Esta inestabilidad hizo que muchos
millonarios rusos depositaran sus ahorros en una economía segura europea como
es la chipriota. Y, lógicamente, serían estos multimillonarios quienes más
directamente se verían afectados por la quita europea, lo que está llevando a
muchos a sacar sus ahorros, lo que hundiría (aún más) a la banca.
¿Será Chipre el último caso?
Todo apunta a que no. En una situación muy parecida aunque
por circunstancias diferentes se encuentra Eslovenia, un país algo más grande
(2.000.000 hab).
Tras esto, cabe pensar lo siguiente: ¿Cuántos más países
deben sufrir anemia para que Europa entienda su verdadero deber? ¿Cuántos más
ciudadanos deben sufrir hasta que Ángela Merkel gane las próximas legislativas
en Alemania? ¿Cuándo, de una vez por todas, el BCE funcionará como un auténtico
banco central y no como un apéndice del Bundesbank y cuándo se dará cuenta la
Comisión Europea que los ciudadanos no pueden seguir creyendo en la Unión
Europea ante semejantes holocaustos económicos y sociales?
A pesar de todo, y llamadme loco si queréis, pero sigo
creyendo que otra Europa es posible…