lunes, 1 de noviembre de 2010

No es para reirse

He de decir que a pesar de las innumerables horas libres que he tenido este fin de semana tan largo, no sabía sobre qué escribir esta semana. Pero, una vez más, El País me ha inspirado. En la edición impresa de hoy domingo, figuraba a doble página una entrevista al “líder” de la oposición y Presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy.

Entre las muy esperables afirmaciones acerca de la incapacidad del Gobierno para salir de la crisis, más ahora que el “terrorífico” Alfredo Pérez Rubalcaba es el nuevo hombre fuerte del Ejecutivo, destacaban otras frases que, a mi juicio, dan pavor.

Desde hace algunas semanas, con motivo de las elecciones legislativas en Estados Unidos, los medios nos revientan los tímpanos con el conocido como Tea Party, un movimiento ultraconservador nacido en 2009 como reacción a las políticas del Presidente Obama relacionadas con el control fiscal y la sanidad universal. El movimiento, que aboga por volver a los orígenes filosófico-constitucionales americanos, está encabezado por Sarah Palin y se ha convertido en el ala más radical del Partido Republicano.

Es precisamente en este movimiento donde la derecha española ha encontrado su referente. Frente a una derecha europea más seria (aunque derecha al fin y al cabo) como la alemana o la francesa, el PP y más concretamente su “lideresa” Esperanza Aguirre, muestran una amplia sonrisa al referirse a los principios del Tea Party.

Bien es verdad que Mariano Rajoy, al igual que el alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón, ha representado siempre el ala moderada de su partido. Por eso, su mirada se dirige hacia otro punto de referencia importante para la derecha anglosajona: el Primer Ministro británico, David Cameron.

A algunos les suena hasta simpático escuchar qué referentes tiene la derecha española., pero desde luego no es para reírse.

Si bien normalmente hablaría como defensor de las políticas del Partido Socialista, hoy hablo como un español más. Los carices que está tomando la derecha, especialmente a raíz de la crisis económica global, pasan por lo que es una completa destrucción del Estado de bienestar. A algunos les sonará muy lejano, pero David Cameron mamó de las políticas neoconservadoras radicales de Margaret Thatcher de los años '80, las cuales convirtieron al Reino Unido construido por los laboristas en el paraíso de la empresa privada surgida de los bienes públicos. Quien haya estado en Londres o en cualquier otra parte de Gran Bretaña, habrá reconocido, por ejemplo, las múltiples empresas ferroviarias que operan allí, la Southester Company, la Northern Rail Network,… o incluso el Underground londinense frente a empresas públicas monopolistas como la Renfe española o la Deutsche Bahn alemana.

Pongo estos ejemplos por ser europeos, pero si cruzáramos el charco y llegáramos a Estados Unidos, un país donde el querer la cobertura sanitaria universal gratuita conlleva tachar a su presidente de comunista, sencillamente no nos quedaría más que caer en la desesperación.

En España, este proceso comenzó durante la primera legislatura de Aznar en el Gobierno. En aquellos años, la hasta entonces conocida como Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), empresa pública desde su fundación en 1924, pasó a llamarse sencillamente Telefónica S.A. y a ser gestionada de forma privada. Pronto los españoles comenzamos a ver como la liberalización salvaje del sector hacía subir más y más las facturas de teléfono fijo y la de la por entonces emergente telefonía móvil.

En otros ámbitos como la Sanidad, transferida a las CC.AA en los años ’90, la Comunidad de Madrid es experta en el llamado “proceso de capitalización”. Hospitales como el de Getafe, Fundación Jiménez Díaz o Clínico San Carlos tienen su gestión privatizada, lo que lleva a actuar como una empresa privada, es decir, buscando el máximo ahorro y el máximo beneficio, lo que se traduce en utilizar únicamente el material médico indispensable.

Resulta paradójico que si miramos al resto de Europa, a países como la Alemania de Merkel, podemos observar que el prestigioso legado del SPD en cuanto a Estado de bienestar y empresas públicas, apenas ha sufrido modificaciones. Es entonces cuando nos preguntamos, ¿qué le ocurre entonces a la derecha española?

Desde luego, como persona de izquierdas que me considero, ese no es mi problema, pero hay que estar muy atento, porque no es cosa de risa el pensar que si la derecha llega al poder en este país, podemos ir despidiéndonos de empresas públicas como Renfe Operadora, Adif, Correos, AENA o RTVE.

1 comentario :

Jorge Tamames dijo...

Sí, pero no sólo privatiza la derecha. Felipe González, Schröder, Blair y cía. también le han dado unos cuantos viajes al Estado de Bienestar. La 'izquierda' sigue el Zeitgeist de la época, ofreciendo la versión descafeinada del mismo modelo económico. Plantear alternativas no estaría de más.